La vida es un regalo de Dios, lo que hacemos con ella es el regalo que le damos a Dios.

domingo, 29 de enero de 2012

Imagen viva

Es increíble cuánto puede cambiar una persona, en tan pocos años de su vida; cómo puede mirar al pasado y no reconocerse; cómo puede mirar alrededor y encontrar, en los demás, piezas del rompecabezas que alguna vez fue.
Cuando uno se cruza con el otro, piensa: "yo lo sé, yo te entiendo". La identificación es el proceso; es descubrir en lo ajeno parte de lo propio. Es reconocer que los errores que cometen y cometerán, son los que uno ya cometió, y no sentirse superior (ni superado), sino igual, con diferencia de edad y/o de madurez.
La cuestión es por qué nos cuesta tanto tolerar esas equivocaciones que vemos en los demás. Una de las respuestas más probables -sino, la más probable de todas-, es que no las perdonamos en nosotros mismos; no soportamos haber sido tan inmaduros, tan estúpidos, tan ciegos, tan, tan....
Hay tiempos para todos, son distintos tiempos. Las cosas se dan, de una manera u otra, dependiendo del camino que decidamos tomar -y, a veces, eso no nos garantiza que todo salga como lo esperamos-. No estamos orgullosos de haber cometido muchos de los deslices que, sin dudas, tuvimos de más jóvenes; pero, eso no debe, de ninguna manera, proyectarse en los demás.
Si nos hubieran advertido de las consecuencias de nuestros actos, probablemente, hubiéramos hecho caso omiso al indicador, y proseguido con nuestros planes; por tanto, es de esperar, si nosotros advertimos, no seremos escuchados.
La única salida -pacífica- es el respeto hacia el otro, la tolerancia hacia sus errores y la humildad tatuada en cada mota de experiencia que adquirimos, conservamos, y volvemos a adquirir.