La vida es un regalo de Dios, lo que hacemos con ella es el regalo que le damos a Dios.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

La «hipocresía»


Una anciana recibía, semanalmente, la visita de su hija y de su ñieto. La familia se decía católica. La mujer y su niño, iban todos los domingos a la celebración de la Eucaristía, mientras que la abuela (que no era demasiado vieja, y podía moverse cómodamente) no lo hacía. Durante muchos años, la madre del pequeño había intentado convencerla de que se uniera a la comunidad y participara de la misa, pero la mujer siempre le había rechazado, diciendo que estaba bien cerca de Dios, rezando por su cuenta y realizando buenas acciones.

Aquella tarde, como de costumbre, su hija y su ñieto la visitaron en su casa. El muchacho estaba viendo la televisión, mientras las mujeres charlaban.

-Ayer recordé lo que me dijiste la última vez que te invité a la Iglesia.
-¿Ah, sí?, ¿qué fue? -preguntó la mayor.
-Dijiste que no sentías el ir a misa, más que como una obligación, y que no querías hacerlo para sentirte, luego, una hipócrita.
-Cierto -reafirmó.
-¿Ves a mi niño sentado, allá, en el sofá? -la abuela giró la cabeza hacia el muchacho-. Él no se divierte aquí, preferiría estar haciendo otras cosas; seguramente, venir a visitarte es una obligación para él. Pues, bien: Si él no estuviera siendo, según tú, «hipócrita» en cada visita, te aseguro que tú no tendrías a este ñieto, ni le conocerías, aunque le hablaras por teléfono.

La verdadera hipocresía está en decir "Creo en Dios...", sin creerlo, realmente, una persona cercana y a quien debemos amar con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas.