La vida es un regalo de Dios, lo que hacemos con ella es el regalo que le damos a Dios.

lunes, 7 de noviembre de 2011

El doble propósito


Una vez, alguien le dijo que las cosas, todas ellas, habían sido creadas con un propósito. Habían muchas cosas en el mundo, realmente, todas ellas tenían uno: las armas existían para dañar, la ropa para abrigar, las cadenas para oprimir...

Todo esto era cierto, pensó.
Esa noche, cuando fue a dormir, tuvo un sueño extraño. En él, una cadena le oprimía parte del cuerpo. Intentaba con todas sus fuerzas romperla, para poder, así, liberarse de la atadura. No lo consiguió. La cadena era irrompible, nada en el mundo podía separar sus eslabones.

El sueño estaba llegando a su fin, cuando, de pronto, escuchó retumbar una frase en su mente: "De modo que, si no es posible romper los eslabones, no se trata de una cadena.".

Despertó al otro día, y meditó mucho sobre su sueño.

Una vez, alguien le dijo que las cosas, todas ellas, habían sido creadas con un propósito. Recién ahora, comprendía un poco mejor que eso no era del todo cierto: Habían muchas cosas en el mundo, realmente, todas ellas tenían un doble propósito: Si no se usa un arma, puede evitarse un daño; si no se usa ropa, se puede morir de frío; si una cadena se rompe, libera a quien está oprimido.

Encontró, concluyendo, que el doble propósito de las cosas existe, es real y está dado por la libertad del hombre; de modo que, si no es posible romper los eslabones, no se trata de una cadena.

Anónimo.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

La raíz egoísta

Pasa cotidianamente, no notamos lo evidente, incluso, aunque lo tengamos en frente nuestro. Ésta no iba a ser la excepción, y menos conmigo.

Las personas impulsivas tenemos, entre otros, este problema: no queremos ver. Somos muy sensibles, nosotros; cuando nos enfocamos en algo o en alguien, dejamos todo de lado por eso. No sabemos serenarnos, somos pasionales, irracionales, subjetivos. Generamos una especie de "ceguera autoinducida", una suerte de barrera mental que nos ¿protege? de todo daño.
Claramente, hay, en esta clase de actitud, una falta de conscientización muy grande, enorme, colosal. No notamos cómo podemos lastimar, tanto a otras personas como a nuestra propia persona.

Tomemos por culpable al egoísmo, porque, de hecho, lo es.
Es egoísta perseguir algo o a alguien ciega e impulsivamente, porque no se piensa más que en uno mismo, en el propio bienestar. No hay amor en un acto tan posesivo, y el cariño, si lo hay, está sumamente avasallado por el deseo. Egoísmo, egoísmo por donde se lo mire.

El egoísmo es la raíz, la radícula es la soberbia. No hay pecado que exista, sobre la faz del corazón humano, que no haya sido engendrado por la soberbia.
Para el impulsivo que persigue un ideal, no hay frase que carezca de un "yo" o un "mí", expícita o implícitamente: "Yo quiero esto", "Quiero que sea para mí", "He posado mis ojos en esa persona", "¿Seré capaz de lograr que esa persona se fije en mí?" (por no dar más de cuatro ejemplos).

El corazón es un regalo, para sentir; la cabeza es un regalo, para pensar.
Es triste y peligroso vivir sin usar la cabeza; pero, ¡cuánto más triste y peligroso es usar una cabeza que piensa de cualquier manera!

Tenía tantas ganas de que todo se hiciera según mi voluntad, que obligué a mi cabeza a pensar de cualquier manera.
Siento que la única voluntad que siempre debí de haber seguido es la de Dios. Después de todo, ¿en qué otras manos voy a estar más segura que en las de Él? Me conoce, más que yo, más que nadie, y me ama; quiere lo mejor para mí y, a diferencia mía, sabe lo que es; además, conoce todo y a todos a mi alrededor.

Quiero pedir perdón por apresurarme, perdón por decepcionarte, perdón por no pensar en tus sentimientos, perdón por no aceptar.
Si me recibís otra vez, prometo intentar no cometer estos mismos errores.
Quiero aprender a amarte de verdad.
Val.

De la Madre Teresa...

Dormía y soñaba
que la vida no era más que alegría.
Me desperté y vi
que la vida no era más que servicio.
Serví y comprendí
que el servicio era alegría.
Madre Teresa.